En estas líneas pretendo informaros acerca de cómo afrontar el estrés emocional en la mujer y centrarme en aquellas mujeres que intentando llevar su vida lo mejor posible, se responsabilizan de la felicidad de los demás y se hallan atrapadas en su propia presión, olvidándose de ellas, de que el día tiene veinticuatro horas, y de que han de dedicar un tiempo necesario y suficiente para recuperar las fuerzas.
Aunque a nivel fisiológico las mujeres no seamos iguales y suframos mayores fluctuaciones hormonales, es la vulnerabilidad aprendida (estado de ansiedad y depresión que aparece cuando una persona piensa que está a merced de los acontecimientos a pesar de las acciones que haga) la que más nos incapacita ante el estrés.
Estrés, es una palabra que empleamos muchas veces cuando nos sentimos desbordadas, cansadas y/o con necesidad de un cambio. Hay situaciones que por la naturaleza del ser humano claramente nos van a provocar estrés como, por ejemplo, pasar mucho frío o hambre, hacer ejercicio en exceso, o no dormir lo suficiente. Sin embargo, aunque nos parezca imposible en la supuesta sociedad “avanzada” de hoy, muchas mujeres están sufriendo conscientes o no, estrés emocional asociado al rol social que desempeñan.
Este estilo de vida orientado a los demás y a estar “hipervigilantes” facilita el estrés cotidiano y el desgaste, aunque pueda pasar desapercibido o no le otorguemos la importancia que merece. Sin embargo, este agotamiento nos puede llevar a perder la salud física y psicológica.
En España, el 6,7 % de la población del país está afectada por la ansiedad, exactamente la misma cifra de personas con depresión. En ambas es más del doble en mujeres (9,2 %) que en hombres (4 %), como en la depresión.
En mi opinión, la mujer no tendría que encontrarse más vulnerable, aunque las estadísticas muestren tendencias contrarias. Lo que ocurre es que inmersas en una sociedad patriarcal, la lucha por aceptar y compatibilizar los ciclos vitales biológicos (menstruación, maternidad, lactancia, menopausia) no ayuda a que la mujer se sienta con bienestar.
Parece ser que estos cambios físicos se consideran como una debilidad o enfermedad (sobre todo la etapa de la menopausia) y, la presión social por la figura, la juventud y la subordinación contribuye al estrés emocional y a la estigmatización. Por otra parte, a la mujer se le prescriben más fármacos, no siendo la mejor ayuda el emplear métodos reactivos. Lo realmente eficaz sería aplicar un modelo proactivo de prevención del estrés, contemplando la diferencia de género, y no la vulnerabilidad de género.
La Dra. Victoria Gómez Dos Santos, afirma que las mujeres no debemos ponernos barreras, así como otras mujeres que tienen visibilidad y éxito en ámbitos considerados "masculinos".
Lejos de querer dar fórmulas mágicas para no tener estrés, lo que si pretendo es que cada una de vosotras analice el tipo de vida que lleva. Los momentos de bienestar y de obligaciones y si en estos últimos os habéis visto implicadas intensamente por vuestras convicciones, motivaciones, y/o valores, que evidentemente están influenciados por nuestra cultura.
Podéis ver un ejemplo del estrés que padece la "Superwoman" en este vídeo de mi canal.
¿Qué es el estrés emocional?
Considero, desde mi visión profesional, que sufrimos estrés emocional, cuando ante determinadas situaciones o acontecimientos, además de los cambios físicos que experimenta nuestro organismo, se alteran nuestras emociones (ansiedad, irritabilidad, tristeza, etc.). En estos cambios entran en juego, por una parte, la percepción de nuestra vulnerabilidad y la percepción del peligro/ amenaza/ riesgo, de lo que tenemos que afrontar.
Nuestra manera de ser (rasgos de personalidad), modelada por las experiencias anteriores (aprendizaje), y nuestros recursos, nos capacitarán en mayor o menor grado para hacer frente a los acontecimientos de la vida y afrontar el estrés, aunque seamos mujeres y tengamos cambios hormonales. Sin embargo, si ya nos creemos que es determinante y no podemos hacer nada, nos condicionará negativamente. Y no es tarea fácil dado el alud de mensajes que nos bombardean en este sentido a las mujeres, algunos claramente identificables y otros más subliminales.
La manera en que nos percibimos y percibimos el entorno es única. Así cada una de nosotras se sentirá más o menos capacitada en función de cómo se perciba y los recursos para hacer frente a las demandas.
Es principalmente el sentimiento de indefensión el que más daño nos hace. Sentirnos impotentes para afrontar lo que tenemos delante nos va sumiendo poco a poco en seres vulnerables. También, aunque nos sintamos satisfechas y capaces de estar haciendo lo que “debemos y queremos”, si la situación nos supone mucho esfuerzo y se cronifica, podremos sufrir los estragos del estrés en nuestra salud.
A qué llamamos estrés
Tras la aparición del concepto de estrés con Hans Selye (1936) y su modelo del síndrome de adaptación general, posteriormente, Lazarus y Folkman (1986) en su modelo cognitivo transaccional del estrés, propusieron que los estímulos no son estresantes en sí mismos, es el individuo que los experimenta o no como tales. En este modelo, persona y entorno se interrelacionan.
Más tarde, Bonifacio Sandín (1995), doctor en psicología (UCM), aporta su visión del estrés como un proceso en el que, además de la evaluación cognitiva propuesta por Lazarus y Folkman, las respuestas fisiológicas, emocionales y la manera en que se afronta, son relevantes los factores moduladores personales y sociales.
Esta orientación con una visión más amplia permite destacar factores relevantes como el apoyo social y el significado que le otorga la persona. Por otra parte, relaciona el estrés social crónico con los principales roles sociales.
González M.T y Landero R. (2006) plantean una alternativa a este modelo procesual del estrés, donde la variable central son los síntomas psicosomáticos o dolencias físicas.
Consideran que la depresión y la ansiedad son emociones relacionadas con el estrés y los síntomas psicosomáticos. En este modelo se contempla el peso de variables sociodemográficas como el género y el estatus social. Respecto a la variable género, González y Landero, así como distintos estudios, encuentran niveles más altos de estrés en las mujeres.
A modo de resumen, puedes ver el vídeo del estrés crónico, para que te hagas una idea del impacto que tiene vivir en alerta continua.
Qué provoca estrés emocional en las mujeres
Los valores socioculturales
Los valores socioculturales pueden influir en el malestar de la mujer. El modelo patriarcal presiona a la mujer en el papel de cuidadora y reproductora, en cambio el hombre sigue teniendo protagonismo en su rol de proveedor y en los puestos de más prestigio y poder. Sin embargo, la mujer de hoy, en general, pretende desarrollarse más allá del ámbito doméstico, sin renunciar a él. Pero cumplir con los mandatos de género y progresar a nivel profesional, sin equilibrar las balanzas nos enferma, y en el intento de querer llegar a todo, vamos perdiendo la salud.
No obstante, para que haya un cambio hemos de modificar nuestra manera de pensar y/o la situación.
Nuestros esquemas
Según Jeffrey Young, psicólogo estadounidense y padre de la terapia de esquemas, las personas tenemos unos determinados esquemas mentales que, a modo de patrón, conforman nuestra manera de pensar, sentir y actuar, y que determinan las creencias sobre uno mismo, sobre los demás y el entorno.
En mi opinión y experiencia profesional, un determinado sector de mujeres actúa según unos esquemas que facilitan el estrés y juegan un papel importante en su estilo de vida. Estos son, las metas inalcanzables, la subyugación y el autosacrificio.
En el caso de las metas inalcanzables, implica un estado de hipervigilancia. La persona está atrapada en reglas rígidas como los debería en muchas áreas de la vida, está muy preocupada por el tiempo y la eficiencia, y se puede orientar al perfeccionismo.
En la subyugación se adopta una posición subordinada. Se cede en exceso a la coerción o el control de los demás para evitar el enfado. No se defienden los derechos. Se suprimen las propias preferencias y/o las emociones, especialmente la ira.
En el autosacrificio hay un exceso de atención por satisfacer voluntariamente las necesidades de los demás en situaciones cotidianas, a expensas de sacrificar la propia gratificación.
En estos dos últimos esquemas, hay un exceso de foco en los demás, con el fin de obtener amor y aprobación, mantener la sensación de unión con los demás o evitar represalias.
Cuando están presentes estos esquemas muchas veces no somos conscientes de la propia presión. Es decir, podemos no estar satisfechas con los logros, o bien lo estamos, pero seguimos persiguiendo metas toda nuestra vida y también porque en nuestras prioridades está el satisfacer las necesidades de los demás antes que las propias, estresándonos “felizmente”.
Estos esquemas, adquiridos, a través de la familia y la cultura, tienen un papel fundamental y por regla general, se minimiza el esfuerzo y el coste personal que comporta este estilo de vida.
Determinadas situaciones o contextos
El entorno social, bien sea laboral y/o familiar también pueden facilitarnos el estrés.
Ir contra reloj, sentir demasiada responsabilidad, simultanear ámbitos domésticos, educacionales, laborales y sociales, nos lleva a soportar demasiada carga mental y saturarnos, inmersas en un estrés crónico.
Además, las mujeres, en su mayoría, conciliadoras y mediadoras, procuramos el equilibrio familiar y queremos compaginarlo de la mejor manera con la faceta profesional y social, en un enfoque claramente orientado a los demás.
¿Cómo nos afecta el estrés emocional?
El estrés afecta a cada persona de manera diferente, según su predisposición genética, y el estilo de vida que tenga, con hábitos más o menos saludables, recursos, etc.
Cuando las personas nos sentimos amenazadas hay tres sustancias clave que aumentan sus niveles en nuestro cuerpo: Cortisol, Adrenalina y Noradrenalina. Sin ellas, no podríamos responder como hacían nuestros antepasados ante el peligro, luchando o huyendo.
Con el fin de ayudar a defendernos, se ponen en marcha tres sistemas:
- Eje hipotálamo hipofisario adrenal (HHA) Responsable de la síntesis y liberación de cortisol.
- El eje simpático adreno-medular (SAM) responsable de la síntesis y liberación de la adrenalina principalmente y de y de noradrenalina. El sistema inmunitario y el digestivo quedan inhibidos.
- El Sistema inmunitario La activación simpático - adrenal y neuroendocrina producen inmunosupresión. El estrés, aunque sea de índole menor, si es duradero, además de afectar a la salud mental, puede mermar el sistema inmunitario.
¿Qué alteraciones y enfermedades puede causar el estrés?
Según el portal de la agencia EFE con datos de 2019, el estrés impacta de manera diferente en la mujer, alterando el funcionamiento de hormonas y sistemas implicados, aunque algunas enfermedades indicadas a continuación no son exclusivas de la mujer.
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- Sistema cardiovascular: Aumento de la presión sanguínea y la frecuencia cardíaca, aumento del colesterol y los triglicéridos, aumento de glucosa en sangre. Según un informe de la sociedad española de cardiología (SEC), la tasa de mortalidad fue el doble en mujeres (18.3%) que en hombres (9,3%) y el infarto, por tanto, también es problema de mujeres.
- Sistema nervioso: Ansiedad y fobias, depresión, problemas memoria …tienen una mayor incidencia en mujeres.
- Respiratorios: síndrome de hiperventilación
- Sistema digestivo: El estrés está asociado también a trastornos gastrointestinales como el estreñimiento, diarreas, úlceras, colon irritable…, ya que descuidamos los buenos hábitos como la alimentación adecuada, ejercicio físico, beber suficiente agua, etc.
- Endocrinos: Las disfunciones tiroideas son comunes en las mujeres ocasionando alteraciones funcionales del sistema cardiovascular, osteoarticular y nervioso. Hiper e hipotiroidismo, diabetes, etc. Según la APA, las causas de la obesidad rara vez se limitan a la genética, el exceso de comida o el sedentarismo, sino a cómo pensamos y nos sentimos.
- Dermatológicos: Con el estrés nuestro cuerpo libera histamina, que está relacionada con las alergias. También otras afecciones como la dermatitis, prurito, hiperhidrosis, psoriasis, alopecia, etc.
- Sistema musculo-esquelético: Dolores, tics, temblores, contracturas, lumbalgias, cefaleas, bruxismo… La Sociedad Española del Dolor (SED), avala con diversos estudios epidemiológicos, que el dolor se procesa y responde al tratamiento de manera diferente según el género. En la mujer, además, se diagnostica de forma tardía.
- Sistema inmunitario: refriados, infecciones, artritis reumatoide, cáncer… Según datos de La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), los casos de cáncer son el doble en mujeres (17,4) que en hombres (8,2%).
- Sistema reproductivo y sexual en las mujeres: Alteración de los ciclos menstruales y/o amenorrea debido al cambio en los estrógenos y la progesterona. Niveles bajos de estas hormonas, afectan negativamente a la fertilidad y al interés/excitación sexual. El estrés diario altera las hormonas interfiriendo en procesos naturales para los que están programadas (menstruación, gestación, etc.) y provocando descalcificación ósea y atrofia de órganos genitales.
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- La salud dependerá de la eficacia del sistema activado y de la duración de la activación, así como de variables personales y ambientales que podrán actuar como factores protectores o de deterioro de la salud.
Lo que no nos ayuda frente al estrés
- En un intento por aliviar el malestar, podemos perjudicarnos sin darnos cuenta, con conductas contraproducentes sin tener en cuenta los efectos nocivos que nos provoca. Es bastante frecuente caer en conductas que están impulsadas por emociones negativas como, por ejemplo, automedicarse, comprar o comer compulsivamente, consumir sustancias tóxicas etc. Esto ocurre porque nos alivia el malestar de inmediato y nos calma, sin embargo, a largo plazo nos perjudica.
Qué podemos hacer las mujeres
- En primer lugar, podemos afrontar el estrés emocional teniendo un papel activo, incidiendo en nosotras mismas y en el entorno, integrando las necesidades físicas y psicológicas.
- El cambio comienza tomando conciencia de nuestra situación y afrontándola. Estas preguntas te pueden ayudar a identificar con más claridad como estás y lo que puedes hacer:
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¿Tengo esquemas socialmente valorados pero que me perjudican como persona?
Puedes contestarte estas preguntas y sabrás si están presente actualmente:
Metas inalcanzables:
- Tengo que ser la mejor en lo que hago
- Intento hacer las cosas muy bien y no me permito equivocarme
- Debo hacer todas mis responsabilidades
- Siento presión constante por todo lo que he de hacer
Subyugación:
- Temo hacer lo que yo quiero
- Siento que no tengo otra opción que ceder ante los deseos de los demás, por temor de que se venguen o me rechacen
- En las relaciones, dejo que otra persona tome la iniciativa
- Tengo muchas dificultades para que me tengan en cuenta
Autosacrificio:
- He de cuidar a algunas personas
- Me creo buena persona porque pienso más en los demás
- No tengo tiempo para los placeres
- Las personas me cuentan siempre sus problemas
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¿Cómo me percibo? ¿Capaz, eficaz, con fuerzas?
Los rasgos de personalidad afectan a como evalúas y haces frente a los problemas cotidianos, como también la percepción de autoeficacia general para hacerles frente. Por tanto, si te percibes auto eficaz y con fuerzas, ya partes de cierta protección ante el estrés. Pero, ojo, en ocasiones sobreestimamos nuestras fuerzas hasta que el cuerpo se manifiesta con síntomas como el dolor de cabeza, insomnio, etc.
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¿Qué situación o acontecimientos estoy viviendo?
En la vida pasamos por distintos momentos o etapas como pueden ser:
- Acontecimientos vitales puntuales. Imprevistos e involuntarios como una separación, despido, muerte ser querido, etc. que requieren de un cambio en la vida y que no has podido planificar o prevenir.
- Estrés diario o sucesos menores. Ocurren con una frecuencia mayor. Sientes que te falta tiempo para hacer todo lo que quisieras o debieras, tienes un jefe que te presiona demasiado, o te exiges tener todas las cosas controladas supervisando lo que has delegado, o haciéndolas tu misma, etc.
- Estresores sociales crónicos. Asociados a roles determinados, son más recurrentes y duraderos. Te estás ocupando de cuidar de tus hijos en edad de crecimiento o de personas a tu cargo dependientes, tu trabajo no te gusta, no puedes trabajar o tienes problemas derivados de estos roles.
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¿Qué duración está teniendo mi situación?
No es lo mismo pasar por un momento puntual de estrés agudo, que una etapa que nos demanda mucho esfuerzo y se va cronificando, convirtiéndose en nuestro día a día. Saber diferenciar y estimar la duración es importante para provisionarte de las estrategias y/o recursos para hacerle frente.
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¿Conoces tu nivel de estrés objetivo?
Podrías saber el nivel de tu estrés mediante algunos marcadores biológicos:
- El cortisol es el biomarcador biológico para saber la activación del eje HHA;
- El ritmo cardíaco y la presión sanguínea, del eje SAM y
- La IL-6 y la PCR del sistema inmune.
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¿Qué recursos tengo?
Contar tanto con los propios recursos como los que puedo obtener del entorno.
- Sin duda te va a ayudar disponer de una actitud de vivir en el aquí y el ahora aplicando mindfulness, identificar las emociones, aceptarlas y expresarlas. También la capacidad para resolver los problemas, manejar las situaciones sociales con habilidad y comunicarnos con efectividad para expresar nuestras necesidades u opiniones, negociando las diferencias. Y un antídoto muy útil es potenciar la valentía. en vez de la perfección.
- Modelar la empatía, las mujeres con estos esquemas pueden implicarse demasiado preocupándose en exceso por los demás.
- Contar con suficiente apoyo social. Las personas que cuentan con apoyo social se perciben con más recursos para hacer frente al estrés. Ser capaz de pedir ayuda, Esto incide en el ambiente y en la relación que tenemos con él.
Aunque biológicamente no somos iguales y la mujer sufra mayores fluctuaciones de carácter hormonal, la vulnerabilidad aprendida es la mayor incapacidad para hacer frente al estrés.
Adoptar un papel activo nos va a ayudar a afrontar el estrés y nos protegerá ante los sentimientos de indefensión. No obstante, el sufrimiento es inherente al ser humano y aceptarlo en parte, cuando realmente no podemos hacer nada, es una buena estrategia.
El principal cuidado es el que te puedes proporcionar, conociéndote y conociendo tu situación e incidiendo proactivamente en esta interacción, mientras se vayan aplicando políticas que mejoren la brecha de género y contemplen las diferencias de género, para prevenir los estragos del estrés cómo, por ejemplo, las muertes por problemas cardiovasculares.
Si puedes modificar el ambiente porque es tóxico, evidentemente es muy deseable, pero a veces es muy complicado debido a las circunstancias personales. Por tanto, antes que evadirnos con conductas nocivas, intentaremos cuidarnos a nosotras mismas y cambiar la estrategia, después de comprender nuestra manera de funcionar.
Esperemos que el día de la mujer no sea necesario porque hayamos logrado atendernos debidamente y hayamos conseguido erradicar ser el género débil, porque, aunque nuestra fisiología nos condicione, no determina ni nos invalida para tener buena salud física y mental.
Prestemos especial atención a quien con toda su buena intención nos quiera proteger porque indirectamente ya nos está enviando un mensaje de inferioridad.
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Bibliografía:
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- Morera, Tempesti, Pérez, Medrano. (2019). Biomarcadores en la medición del estrés: una revisión sistemática. Revista Ansiedad y Estrés. 25. Núm. 1. 25:49-58
- Edo, Rovira, Limonero, Fernández-Castro. (2019). Influencia de la inteligencia emocional percibida en el afrontamiento del estrés cotidiano. Revista Ansiedad y Estrés; Vol. 25: 1-6
- Sandín B. (2003). El estrés: un análisis basado en el papel de los factores sociales International Journal of Clinical and Health Psychology, vol. 3, núm. 1, enero, pp. 141-157
- Young Jeffrey E., Klosko, Janet E. (2012). Reinventa tu vida. Cómo superar las actitudes negativas y sentirse bien de nuevo, Barcelona, Ed. Paidós
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