Para prevenir los errores humanos y sus consecuencias, es necesario contar con una sociedad que tenga en cuenta y te informe de qué es la cultura de la seguridad, y cómo puedes incorporarla a tu vida. La seguridad consiste en minimizar los riesgos en cualquier actividad, ya que eliminar el riesgo por completo es imposible.
En general las recomendaciones y protocolos se suelen dividir por ámbitos, laboral, vial, personal… sin embargo, una persona desempeña distintos roles e interactúa en situaciones diversas, cuando conduce cualquier vehículo, practica deporte, transita por una ciudad, acude a eventos concurridos, o simplemente se mueve por su casa.
En mi opinión la clave está en que cada persona asuma la responsabilidad de su cuidado allí donde esté y en las circunstancias que sean. Además, con unas buenas prácticas estamos enseñando a nuestros hijos/as a cuidarse progresivamente. Os dejo un vídeo dirigido a la generación Z en el que doy información sobre este tema.
Pero ¿estamos preparados?, ¿dónde nos formamos para ello? ¿Quién nos imparte una formación integral y no parcial? ¿Nos interesa realmente? ¿Estamos motivados/as para querer aprender?
El origen de la cultura de la seguridad
Existe un punto de inflexión en 1986 a partir de dos hechos que acontecieron ese año: la explosión del reactor 4 de la central nuclear de Chernobyl y la explosión en el despegue de la nave Challenger. Cuando analizaron las causas de ambos “accidentes”, se llegó a la conclusión de que el fallo iba más allá de los operadores, y que abarcaba a todo el sistema y sus errores acumulados.
A partir de entonces, se empezó a tener en cuenta la influencia de la cultura de una organización sobre los comportamientos y las prácticas en materia de seguridad, de tal manera que se comenzaron a plantear estrategias para controlar los riesgos más graves.
La influencia de la cultura de la seguridad
Te estarás preguntando que tiene que ver con tu vida en particular. Pues bien, este enfoque poco o casi nada contemplado en el ámbito familiar y escolar, nos puede servir de modelo para introducir la seguridad en nuestro día a día, es decir, pensando qué situaciones serían susceptibles de generar un riesgo y anticiparnos en materia de prevención.
Lo que solemos hacer por regla general, es improvisar cuando ocurre un hecho puntual y actuar entonces de forma reactiva. Por ejemplo, si se nos incendia una sartén en la cocina y nos asustamos, podemos actuar erráticamente y coger la sartén de forma brusca, derramando el aceite y arder más, aumentando el riesgo de que se extienda a toda la cocina. Pues bien, con este ejemplo, lo que te quiero transmitir es que, si previamente tienes un protocolo sencillo y claro en casa con las formas de actuar en los casos más comunes, seguro que la reacción será más efectiva si sigues lo que habías pensado previamente con calma, y así minimizar considerablemente el riesgo y los daños.
Errores que puedes evitar
Algunos de los errores que te pueden costar la vida provienen principalmente de fallos en:
- La atención-percepción: Errores en la identificación o interpretación de las situaciones, como “no lo vi”, “creía que estaba más lejos”, etc.
- La toma de decisiones: No percibir el riesgo de forma objetiva. Por ejemplo, quedarse en un lugar en la que las salidas de emergencia están bloqueadas, coger el coche cuando hemos bebido alcohol o estamos cansados, etc.
- La ejecución: Por falta de habilidad o reaccionar tarde. No frenar a tiempo, quedarnos parados o bloqueados, etc.
A nivel personal la cultura de la seguridad se puede aprender y adaptarla a cualquier ámbito en el que queramos mejorarla, aprendiendo a detectar los riesgos y amenazas y sabiendo cómo afrontarlos.
Ahora con la pandemia que estamos viviendo, vemos distintas maneras de actuar, y es un buen momento para reflexionar acerca de cómo afrontas esta situación y cómo te proteges y proteges a los más vulnerables.
Qué es la cultura de la seguridad
La cultura de la seguridad es un conjunto de maneras de pensar y comportarse compartidas por todas las personas de una organización, en relación con el control de los principales riesgos en sus actividades.
Evidentemente las instituciones han de protegernos y ser el paraguas bajo el que ampararnos. Existen buenos modelos de gestión en materia de prevención que reaccionan con celeridad y eficacia, pero también modelos que no transmiten a la población directrices o éstas no son claras, ni rápidas ni efectivas. Sin ánimo de entrar en un análisis político, mi idea es que, independientemente de quien tengas por encima, asumas tus propias decisiones incorporando la prevención allá donde estés y conociendo que el "riesgo 0" no existe.
Hay personas que tienen mucho miedo en general ante situaciones de la vida, como estar en casa solos, no poder volar, conducir, etc. y que se sienten muy vulnerables. Otras, en cambio se sitúan en el polo contrario con comportamientos temerarios que ponen en riesgo su vida y la de los demás. Como en todo, en el punto medio está la clave. Y ¿cuál es?
Qué competencias he de tener
Para adoptar un estilo de vida en la que integres la cultura de la seguridad es necesario interiorizar unos valores, maneras de pensar y comportamientos que estén encaminados hacia tu cuidado y el de los demás. Así podrás usar y fomentar unas habilidades y competencias para poder reaccionar a tiempo y actuar con seguridad.
- Ten una actitud de curiosidad. Es importante que estés atento/a y observes, así como que seas capaz de preguntar para tener más información.
- Desarrolla una conciencia situacional. Muy útil en prevención. La conciencia situacional consiste en darnos cuenta y comprender la situación del presente, con la finalidad de tomar las decisiones más adecuadas y actuar con eficacia. Adelantarte a lo que podría ocurrir, aunque no sea frecuente. Todo es posible, pero no con la misma probabilidad.
- Comunica de forma clara y efectiva los aspectos de seguridad si eres el responsable. Establece un protocolo en diferentes situaciones que se puedan dar en ese entorno. En casa, como en la escuela, en el trabajo y actividades de ocio, puede haber situaciones de riesgo.
- Haz que cualquier situación atípica sea un aprendizaje continuo. Aprovecha las ocasiones de la vida real. Enseña a evaluar la situación, tomar decisiones y generar soluciones.
- Potencia las habilidades perceptivo-motoras. Son aquellas que nos permiten precisar y coordinar el movimiento y adecuarlo a las circunstancias del entorno. Captamos el entorno con nuestros sentidos, el cerebro lo procesa, lo evalúa y finalmente ejecutamos una conducta motora. Si hay un déficit en estas aptitudes aumenta el riesgo en aquellas actividades en que la pericia es un grado como, por ejemplo, esquiar, conducir, defendernos, etc. Estas aptitudes te ayudan a reaccionar de manera rápida y precisa y siempre se pueden entrenar y mejorar.
- Gestiona los errores como parte del aprendizaje, experiencia y capacitación. Aunque tienes derecho a equivocarte, es importante que seas consciente de que hay errores con unas consecuencias irreparables.
- Tolerancia 0 ante las actitudes antinormativas y/o desafiantes, porque ponen en riesgo a la propia persona y a los demás.
Es muy difícil y nada recomendable que supervises continuamente a tus hijos/as, colaboradores, y pretender tenerlo todo bajo control. Por tanto, la clave es motivar a que sean ellos mismos quien asuman su propia responsabilidad, evidentemente de manera gradual y supervisada durante el aprendizaje.
¡Cuántos sermones y regañinas te puedes ahorrar! Además, está demostrado que no escuchan cuando entramos en modo “yo te lo digo porque sé más” o cuando les dices “cuidado con esto o aquello”. No son las situaciones en sí, sino la manera en que interactuamos en función del contexto y nuestra `propia manera de funcionar.
Qué competencias conviene que aprendan tus hijos/as
Las principales competencias que les conviene adquirir progresivamente y les permitirán cuidarse son:
- Autonomía y proactividad
A medida que van creciendo y que demuestran ser capaces, podrás ir delegando su cuidado, tanto si permanecen solos en casa, como si salen a cualquier parte. El criterio de edad es relativo, puesto que cada niño/a evoluciona de manera distinta.
- Responsabilidad y conciencia situacional
Enseñarles a estar atentos en los traslados, ya sea a pie, en monopatín, segway, bicicleta, moto, etc., aunque vayan contigo o con alguien más. Pueden colaborar como copilotos y evitar que vayan como paquetes. De esta manera aprenden a interpretar las normativas, conocer las señales de tráfico y ser conscientes del entorno.
- . Empatía y habilidades sociales
La mejor manera es que los escuches y que les dejes participar en las conversaciones. Así los conoces más y observas si son capaces de expresar su opinión y defender sus derechos de forma asertiva.
- Iniciativa y capacidad de respuesta
Han de aprender a identificar los riesgos y peligros. Para tomar una decisión acertada han de saber evaluar la situación y entenderla para después pasar a la acción con precisión y rapidez.
- Orientación en el espacio y el tiempo
Es importante que aprendan a planificar y localizar el lugar dónde van a ir. Han de saber ir y volver sin que dependan de nadie, aunque aún no sea el momento se acostumbran a orientarse y a calcular el tiempo.
- Aptitudes perceptivo-motoras
Normalmente en las actividades deportivas entrenan estas habilidades ya desde pequeños. El deporte es indispensable para su salud y su seguridad.
- Conciencia de su estado
Enséñales a conocer sus emociones y si éstas son intensas que sepan que le afectan a su percepción. La percepción del riesgo cambia con las emociones intensas tanto si son positivas como negativas. También cómo afectan y aumentan el riesgo el consumir determinadas sustancias tóxicas.
Si asumes esta responsabilidad personal y a la vez social, integrando la cultura de la seguridad; si adquieres estas competencias y las transmites, estás contribuyendo con tus buenas prácticas a prevenir los riesgos.
La conciencia situacional te puede ahorrar, por ejemplo, que te roben el bolso, te tuerzas el tobillo, te libres de un atropello o decidas irte de un lugar del que no tienes las garantías suficientes. En definitiva, si se puede evitar no podemos llamarle accidente. El “Factor Humano” es el responsable de la mayoría de los incidentes.
Si te interesa más información no dudes en ponerte en contacto conmigo.